domingo, 26 de agosto de 2012
El bú.
Cuando era chica José trabajaba para la 186 de Ovalle Negrete. La garita estaba pasando el hospital El Pino, donde llegábamos todas las mañanas a tomar un té y uno de esos berlines gigantes, que tiempo después supe que se llamaban conejos y me dio pena.
Mi papá recibía la plata y daba el vuelto mientras yo iba sentada en el camello, al lado de él y cortaba los boletos.
Tiempo después salieron esas máquinas en las que metías las monedas y te daban el boleto. Esa fue la primera vez que me quedé cesante.
Cuando murió mi abuelo vendimos una de las 2 micros que teníamos.
Años después llegó el Transantiago. Mi papá tuvo que vender la última micro, la que tenía mi nombre, la que estaba llena de mis stickers y la única en la que no me daba miedo esconderme debajo.
Esa fue la primera vez que él quedo cesante.
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